22 de septiembre de 2012

El Bicentenario y su liberación es la inclusión social del hoy



DISCURSO DEL INTENDENTE
El Bicentenario y su liberación es la inclusión social del hoy

21/09/2012 | Ya son doscientos años. Llegó y pasó el Bicentenario de la Revolución de Mayo; de hecho, estamos inaugurando esta casa dos años después. Pasaron los desfiles, los festejos y las banderas. Épicos discursos y discursos sencillos, épicas aventuras y aventuras cotidianas, héroes de mármol y héroes de barro, héroes sin vida y héroes con aliento. Héroes del realismo mágico y héroes del día a día.
Un Bicentenario de lucha entre la liberación y la dependencia. La liberación, proceso continuo de conquista de nuevos derechos y deberes, la liberación fue ayer, la liberación fue hoy a la mañana, la liberación es ahora. La liberación, proceso continuo si los hay.
Podríamos centrarnos en repasar la dependencia, pero prefiero que repasemos la liberación. Podríamos partir del yugo imperial, la declinación virreynal o establecimiento de las fronteras, pero prefiero repasar el anonimato, la lucha cotidiana, la construcción social, la integración.
Podríamos analizar la historia como si hubiésemos estado sentados en ese Cabildo, como si ayer hubiésemos estado golpeando las cacerolas, pero prefiero hacerlo desde la calle, desde el frente del cabildo, con o sin lluvia, con o sin paraguas, pero desde la mirada del otro, desde la imagen del otro, desde la otredad. Prefiero hacerlo descalzo y no con zapatos, prefiero hacerlo desde las calles anchas, desde las calles de tierra que terminan en el río y me encuentran con las lavandera del río Uruguay.
Los hechos se imponen en la historia, como se imponen sus actores, como se imponen sus protagonistas. Las crónicas épocales cuentan la historia de unos pocos, los elegidos por gracia divina, por vocación personal o por la fuerza. Pero actores y protagonistas somos todos, aún desde la oscuridad.
Propongo dar la palabra a quienes no tuvieron voz, propongo rescatar esos hombes y mujeres del pasado, propongo rescatar la experiencia de las mayorías (o minorías) silenciosas. Rendir homenaje a los otros hombres y a las otras mujeres de mayo, y hacerlo en septiembre, a los revolucionarios que no se sentaron en las grandes salas del cabildo, a los revolucionarios de la cotidianeidad. A los revolucionarios accesibles, a los revolucionarios olvidados.
Aquellos revolucionarios como el pardo Ramón Agüero, esclavo retobado que escapó para alistarse en el ejército, que no pensó en su liberación individual sino en una liberación conjunta, social y nacional. Dicen que lo vieron por el éxodo jujeño… Hoy, estará seguramente enterrado por Tucumán o por Salta, enterrado en silencio y sin pompa, respondiendo a las copleras del viento que en primera persona cantan por los cerros a los héroes pardos. Nos siguen recordando, aquella famosa copla: “Cuando me muera, no me entierren en sagrado, entierrenme en campos verdes, donde me pise el ganado”.
Y si de mujeres revolucionarias hablamos. Un retazo o girón de la historia se lo debemos a Lucía Montes, a Manuela Pedraza, a María Remedios del Valle o a Juana Azurduy. El retato es para Mariquita Sánchez de Thompson, la lucha es para la Chacha Peñaloza que años más tarde aparecería en escena desde La Rioja.
Juana Azurduy, como Lucía Montes, morirían en la pobreza; es más, la segunda recibió una pensión que nunca aceptó. Murieron pobres, incluso cuando Lucía Montes había sido Capitana del Ejército del Norte. La Azurduy murió en 1865, y tres años después la famosa Mariquita, que ya era Sánchez de Mendeville, no más Sánchez de Thompson, porque había cambiado de diplomático y como Sánchez de Mendeville figura en su tumba en la Recoleta. La Azurduy fue depositada en una fosa comunitaria. Así es la historia, pero no la memoria.
El Pardo o la Montes, nuestros ramones correntinos, probablemente no tengan su calle ni su barrio. Sólo lucharon, desde sus fuerzas, desde su ignorancia, lucharon desde su liberación, que de individual la convirtieron en social, lucharon por la liberación no por la soberanía, que como concepto existía, pero que era absolutamente lejano a su vida, a su ser cotidiano, a sus cadenas.
El Bicentenario es para todos y todas, y de todos y todas, los que tienen calles, plazas o monumentos, de bronce o de mámol, al intemperie o al calor; el Bicentenario es de todos y todas, de los hombres y las mujeres libres que dejaron de ser esclavos, de los que adquieren nuevos derechos en la Argentina de hoy, de los desplazados y los reincorporados.
El Bicentenario y su liberación es la inclusión social del hoy. El Bicentenario es presente, es la lucha cotidiana por la liberación. Es la lucha por Malvinas, es el reconocimiento a los veteranos y ex combatientes a quienes les debemos páginas de gratitud y comprensión. Es la lucha de nuestros pueblos originarios y el reconocimiento de la propiedad comunitaria indígena en el nuevo código civil, es apoyar la lucha por su liberación, es justicia para aquellos asesinados en defensa de sus tierras. La liberación es dolorosa.
El recorrido de la historia y la memoria también es doloroso. Se trata de un proceso, con marchas y contramarchas, de grandes altibajos, de contradicciones y complementariedades, pero, por sobre todas las cosas, democráticos. Democracia con justicia social, con equidad, con derechos ciudadanos, con claridad política. Democracia como construcción, como medio, con o sin cacerolas, con claridad y sostenibilidad política.
La cotidianeidad nos lleva a analizar la historia institucional, las declaraciones golpistas, las zonzeras argentinas de esta Argentina ya en camino hacia su tercer centenario, los que miran atrás en vez de mirar a adelante, los que defienden corporaciones e intereses sectarios. Todo lo que escribiría Jauretche en este presente.
Ya finalizando, voy a recordar una frase de Raúl Scalabrini Ortiz, que nos identifica a todos, los casereños, los que nos visitan, los que nos acompañan. La frase decía: “Desalojemos de nuestra inteligencia la idea de la facilidad. No es tarea fácil la que hemos acometido. Pero es tarea ingrata. Luchar por un alto fin es el goce mayor que se ofrece a la perspectiva del hombre. Luchar es, en cierta manera, sinónimo de vivir. Se lucha con la gleba para extraer un puñado de trigo. Se lucha con el mar para transportar de un extremo a otro del planeta mercaderías y ansiedades. Se lucha con la pluma. Se lucha con la espada. El que no lucha, se estanca, como el agua. El que se estanca se pudre.”
A no estancarse, a no pudrirse, a caminar juntos un camino diferente hacia el Tricentenario, a fluir, a correr, a salpicar, a ondear como este río Uruguay que nos acompaña desde que eramos tan sólo Paso de los Higos. Los verdaderos héroes estarán ahí, ya están con nosotros de hecho, ya está San Martín, ya está Belgrano, ya está Moreno, Artigas o Castelli, ya está Andrecito, sumemos los que faltan, el negro Pardo, la Montes, la Azurduy, sumemos al diferente que es igual, en un son colectivo.
Los héroes de siempre ya están, los nuevos de ayer se han ido incorporando, sumémonos nosotros como fuerzas sociales del presente, para ser héroes del hoy y del mañana, si la historia nos enseña por analogías nos corresponde a nosostros como fuerzas sociales de este presente reconocer que situaciones son comparables y hechar la rueda a andar.

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